Mi Barrio

El mejor lugar del mundo se llama hogar.

Me quedan pocos meses para cumplir cuarenta y cinco años. Es un tiempo donde piensas el futuro y meditas el pasado. Nunca imaginabas que jugar a las canicas sería uno de los grandes momentos de tu vida. Era el más pequeño de una generación de chavales, eso me ocasionaba ser el centro de muchas burlas. A esas edades existe cierto grado de crueldad. Tuve que emigrar de calle, de pronto se hicieron adolescentes, ya no les apetecía jugar al balón, ya no deseaban coleccionar cromos. Mi mundo parecía venirse abajo.

Con los chicos del cole formamos un nuevo grupo, me sentía genial, había dejado de ser la persona que siempre se quedaba el último, no me dejaban participar en nada. Me costó mucho trabajo convencer a mi padre para que me comprase una “Bicicross BH”. Fue genial ir a la tienda y montarme por primera vez en ella. Tenía el mundo en mis manos, no necesitaba nada más. Poco a poco se fue desarrollando una película con muchos actores implicados. Montábamos guerras, siempre teníamos las mejores pistolas imaginarias. No había mucho dinero en las familias y eso estimulaba la creatividad constantemente. Cualquier casa con portada se convertía en un estadio de futbol. Las personas mayores siempre nos increpaban, ¡iros a jugar al campo, allí no daréis la lata”. Aunque en alguna ocasión tuvimos que salir corriendo, no percibías ninguna clase de inseguridad. Apenas circulaban coches y eso permitía realizar cualquier campeonato sin descanso. Aquellas fechas eran puro presente, el futuro se reducía a la espera del próximo partido.

Cuando voy a casa de mis padres, y recorro mis barrios, ya no encuentro a ninguna chica jugando a la “comba”, ni chavales realizando travesuras. Solo veo a personas hipnotizadas por un teléfono móvil. Las sonrisas, los celos por no tener el cromo que nunca salía, y tantos otros matices difíciles de explicar, se han quedado en puro recuerdo. Mi hogar siempre será ese mundo maravilloso.

El progreso implica transformación. Todo cambia a mejor, al menos ese es su eslogan, aunque las consecuencias generan un nivel de incertidumbre difícil de asimilar. Qué clase de educación es mejor, suele ser un debate poco equilibrado. Los hechos son los que reflejan un dolor imprevisto por el mal uso del tiempo libre. Tal vez no estemos tan preparados para educar cómo se argumenta. Si la «última novedad material»  domina siempre tu pensamiento, algo se ha perdido por el camino.

Gracias a mis barrios, y amigos, por tantas sonrisas difíciles de olvidar.

Dedicado a mi gran amigo, Juan José del Olmo, en su cuarenta y cinco cumpleaños.

Juan José González-Albo

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